lunes, 15 de mayo de 2017


TÚ QUE TE ENOJAS POR TODO

La vida cotidiana nos asusta,
nos pega en la boca.
Retumba en los jardines nuestros gritos.
Tú que rezonga a los vientos,
tú que embarullas tus sentidos,
¿no ves, la tinta que escribe?
¿no escuchas, el canto que silbo?
Deja la plancha,
ven y canta conmigo.
Yo de la muerte sé poco,
de los castigos, ¡ni Cristo!
que nada sé ni respondo
cuando me habla el destino.

Tú que a las tardes tan largas,
las vives como a un delirio
sin sombras que te dispare
reproches, rezos ni gritos.
Tú que la vida y el techo
te da sobre estos caminos
cubierto de terciopelo
que Él de arriba lo quiso.

Mira, cruza a mi sendero,
verás en flor de jazmines
se van calmando mis vicios.
Si todas las madreselvas
quisieran mis manos digo,
la única flor que las tiene
está puesta en abanicos
sobre tu falda de reina
que canta a los pies del Nilo.

Marta L. Pimentel Álvarez
- julio 2009,